martes, 22 de julio de 2008

A partir de “Los cara ´e Jarro”. . .









Alejandro Valenzuela
Estudiante de Periodismo
Universidad Adolfo Ibáñez

El acontecer nacional esta semana nos presenta una vez más el procesamiento de una banda con grandes redes y muy peligrosa como son los “cara ´e jarro”. Pero aunque es normal y racional el enjuiciamiento de esta banda de traficantes, quisiera apuntar en particular al pensamiento natural de las personas, ya que si bien como podemos divisar en muchas cosas de la vida, existen extremos, para este caso me parece de suma importancia poner en mesa de juicio 2 acciones, la delincuencia y el tráfico de drogas, debido a que para algunos esto va sumamente ligado, mientras que para otros es casi estar viendo un lugar blanco y otro negro.

En muchas de las noticias, reportajes, documentales, etc..., cuando muestran un allanamiento en casa de algún delincuente y/o traficante, se ve parte de la familia de este mismo gritando como argumento para defenderlo tanto en la parte moral como jurídica, “…él nunca ha sido traficante, él es delincuente...”, ¿Impresionante o no?. Entonces es válido concluir que a la esposa realmente le parece normal y aceptable que su marido fuese “hipotéticamente” delincuente y no un narcotraficante (lo cual llevaría al afectado a lo más bajo en la escala moral de las poblaciones). Mientras que para muchas otras personas ser delincuente o traficante simplemente se evalúa desde la misma arista, una falta grave a la ley. Lo importante acá es ver que realmente esta mentalidad de muchas personas en poblaciones (no todas) o en distintos barrios de nuestro país (que pueden ser pobres o ricos) se remonta a una educación exenta de valores primordiales para que todo ser humano se pueda desarrollar de “buena manera” con su entorno y con él mismo, lo que significa no traspasar los derechos que tienen todas las personas.

¿Cuán culpables son estos traficantes, o delincuentes? ¿Existe algún tipo de consideración, por el simple hecho de que fueron criados de forma errónea y nunca pudieron optar a una buena educación? Si en algunas religiones matar por fe es bueno y en la nuestra no, ¿estamos ante un Chile dividido en distintas naciones?, siempre es bueno ir un poco más allá de lo que simplemente nos muestran, o no crean como pensamiento, los medios de comunicación…

lunes, 7 de julio de 2008







Chile: ¿Controla la delincuencia, o es controlado por ella?
María Ignacia Sáiz
IV Medio Colegio Compañia de María - Apoquindo


Entre 1990 y 2005, las denuncias por robo aumentaron en Chile al doble. Y no sólo aumentaron en cantidad, sino también fueron haciéndose más recurrentes los asaltos y robos con intimidación y uso de algún arma. Está más que claro: en materia de delincuencia nuestro país ha ido cayendo en un hoyo muy hondo y del que aún no hemos encontrado la forma de escalar para salir. Según encuestas, el 73% de los chilenos residentes en la Región Metropolitana siente que no es seguro salir a las calles y tienen miedo a ser víctimas de algún asalto.
Lo más preocupante de todo esto es que más del 70% de los aprehendidos por hurto y robo son jóvenes entre 14 y 25 años. Tenemos que considerar que de estos jóvenes, el 90% saldrán libres habiendo cumplido menos de 6 meses de cárcel y el 89% de éstos volverán a delinquir en menos de un año.
Así, se suman y siguen sumando los crímenes, y los prontuarios de miles de jóvenes se van llenando. ¿Por qué reincidir en la delincuencia? Porque la gran mayoría de estos jóvenes provienen de comunas con pocos ingresos, donde tuvieron una educación regular o mala, no tienen opción de costear estudios universitarios ni técnicos, y no les darán trabajo por haber delinquido antes.
Al final es un círculo vicioso, en el que miles de jóvenes caen producto de su situación económica, familiar y educacional. Ellos han crecido en su mayoría bajo el brazo de la delincuencia de los barrios donde viven, y donde las drogas, los padres ausentes, la falta de recursos y la presión social ejercen muchísima fuerza y son pan de cada día. Es la falta de oportunidad, educación y la desesperanza lo que hace que estos jóvenes terminen concluyendo que para ellos es más conveniente robar para obtener recursos, porque además saben que la ley no será dura con ellos.
¿Están perdidos entonces? Estos jóvenes fueron alguna vez “niños en riesgo social”, y finalmente terminaron siendo problemas sociales grandes, que, a su vez, serán padres de otros niños en riesgo social. Se repetirá la historia muchas veces, y no habrá un cambio en el tiempo. Por el contrario: Chile seguirá siendo dominado por esta fuerza superior a la que llamamos delincuencia.
¿Qué hacer, entonces? No podemos seguir eternamente así y consumirnos bajo el miedo de salir a las calles o de ir a las comunas con altos índices de delincuencia. Hay que cortar con estos círculos viciosos y mejorar la calidad de vida de las personas y, por sobre todo, las oportunidades que los niños y jóvenes tienen. No podemos quedarnos sentados esperando que las cosas sucedan: hay que movernos nosotros mismo y tratar.
El desafío está en ¿qué hacer? ¿Cómo cortar estos círculos? ¿Es posible mejorar las oportunidades de estos jóvenes? Claro está que la educación es el punto base por el que hay que partir. Incluso, no sólo a los niños, sino la educación que se entrega a la gente en general a través de nuestra propia cultura.
Por ejemplo, no podemos aceptar las cifras de femicidios que tuvimos el año 2007 en nuestro país. Más de una mujer asesinada por semana, además de las miles que son agredidas cada año y viven bajo la amenaza de hombres dominantes. Estamos consumidos bajo todo esto, lo estamos comenzando a digerir y aceptar y llega el punto en el que un asalto más, un asesinato, un robo, un femicidio, una agresión física, el maltrato de un niño, y todo este tipo de cosas, son “normales”. No nos acostumbremos a esto. Por más que pase, sigamos luchando para que la situación cambie y mejoremos la calidad de vida que tenemos como chilenos. Parte desde nosotros mismos, desde la cultura que formamos, de la educación que los padres le dan a sus hijos, de cómo podemos movernos quienes tenemos más recursos para darle una mano a aquellos que han crecido con algunas carencias. Es tarea de todos llenar los espacios vacíos y esforzarnos cada día por crear el cambio que todos queremos. Si todos anhelamos conseguir el mismo objetivo, ¿por qué nos ha costado tanto? Sigamos peleando por lo que queremos y hagamos que “riesgo social” realmente sea sólo un riesgo y aquellos jóvenes y niños no estén destinados a seguir en lo mismo.