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Dr. Luis Monasterio Aljaro.
Director Hospital del Niño con Fisura
En las últimas décadas, Chile ha mejorado en forma notable sus índices de salud, reconocidos internacionalmente. La tasa de mortalidad infantil, la mortalidad materna y los índices de sobrevida actual señalan cifras excelentes, comparables con los países desarrollados de Europa y Estados Unidos.
En Chile existen dos tipos de salud: la privada, que corresponde al 20% de la población; y la publica, al 80% restante. Claramente, la primera se percibe de una calidad mucho mejor, con una infraestructura superior y, por ende, un costo per cápita también mayor.
En el otro frente, es de todos los días observar en los medios informativos las dificultades que enfrentan los hospitales públicos y consultorios: colas para la atención, colapsos en servicios de urgencia, trato poco deferente hacia el público, falta de medicamentos, mal estado de los hospitales, etc. Sin lugar a dudas, las políticas de salud pública de los últimos años -que incluyen saneamiento ambiental, agua potable, vacunas, entrega de leche, programas de nutrición preescolar y escolar, entre otros- han contribuido a mejorar estos índices. Pero, ¿cómo se entiende que con esta realidad se exhiban índices de salud tan satisfactorios?
La receta más simple para mejorar la salud pública sería que se pareciera a la salud privada (sin sus vicios y defectos, que por supuesto los tiene). ¿Cómo lograrlo? ¿Es problema sólo de recursos?, mi impresión es que no. Además de los recursos económicos, se requiere de una gestión y administración profesional, que los hospitales y consultorios sean una empresa como lo son las clínicas, con metas y logros, en plazos definidos, con índices de cantidad y también de calidad en la atención; con un personal motivado, con estímulos reales tangibles. Los usuarios deben tener el derecho de poder elegir el hospital o consultorio y ese establecimiento debe ser premiado.
Recuerdo la política de una clínica (no en Chile) donde el personal era calificado una vez al año: el peor evaluado era despedido y al mejor se le subía el sueldo, se le invitaba a una cena en un buen restaurant y se le daban regalos. Esa clínica tenía el mejor personal que se podía disponer, con una política cruel pero efectiva. En nuestros hospitales y consultorios ¿qué estímulos tiene el personal?, sólo un aumento del salario por años de servicio, existiendo otras condiciones mucho más importantes que la mera antigüedad para obtener un mejor salario.
El tema de la salud es un campo de amplia discusión, pero es necesario que todos los chilenos tengan derecho a una buena atención ahora y que no seamos testigos de la injusticia y desigualdad que se observa hoy en día, carente de empatía con el prójimo.
Los hospitales deben parecerse a las clínicas en calidad y las clínicas un poco a los hospitales en solidaridad. Eso es lo que tratamos se hacer Fundación Gantz - Hospital del niño con Fisura. “En la vida lo importante no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace…”.
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